jueves, 18 de febrero de 2010

"Amores locos" de Beda Docampo Feijóo (2009)

El cine siempre se ha enriquecido de los demás artes existentes y los ha sabido incorporar y fusionar dentro de su lenguaje autóctono. Literatura, fotografía, arquitectura, escultura, música, pintura, teatro y cómic, se han integrado a la perfección y le han consagrado como el arte por excelencia desde la segunda década del siglo XX.
Amores locos del director nacido en Vigo Beda Docampo Feijóo, se sirve de la pintura para componer su estructura narrativa y conceptual. El argumento explica el trauma que sufre una joven que trabaja en el museo del Prado, al pensar que es el personaje femenino de un lienzo flamenco del siglo XVII. Toda la irrealidad de esta chica se incrementa al ver también en el cuadro a un eminente psiquiatra que acaba de conocer.
Ya no solo el film utilizará la composición pictórica en su fotografía, sino que además nos adentra en su propio universo. No es la primera vez que sucede en el cine habiendo varios y distintos ejemplos como "Rebeca" y "Vértigo" de Alfred Hitchcock, "Laura" de Otto Preminger, o "The Woman in the Window", (La mujer del cuadro) de Fritz Lang. En todas estas películas el poder hipnótico de las pinturas que en ellas aparecen, llevan a sus personajes hacia la locura, o les obliga ha cuestionar la aparente lógica y cordura de sus vidas, dirigiéndolos a estados mentales confusos al no saber que es real y que no lo es.
En Amores locos el cineasta utiliza estos mismos mecanismos y les da una nueva lectura analítica al introducir la psicología explícita Freudiana. Intenta explicar los motivos de las oníricas visiones que padece la joven a través del campo de la medicina mental. Así conviven en el mismo mundo las visiones del psicoanálisis de Freud, enfatizadas constantemente con citas de él mismo, y la imaginación visual de los sueños pictóricos de la protagonista. Aquí nace la dicotomía exstencial entre buscar respuestas a todo comportamiento irracional y la pasión incipiente de amor incondicional y desmesurado hacia otras personas. Este es el principal tema del film, la eterna lucha entre la coherencia más tangible, y los comportamientos ilógicos dentro de una sociedad civilizada que afectan a la psique humana dejándose llevar por su subconsciente, y sin buscar ni querer respuesta.
El psiquiatra y la paciente, magníficamente interpretados por Eduard Fernández e Irene Visedo entrarán en este juego de intentar curar mediante tesis Freudianas por parte de él, y por dejarse llevar por la pasión sin necesidad de buscar rehabilitamiento por parte de ella. El médico comenzará a investigar en el pasado de la chica, y descubrirá porqué su frágil mente podría estar intentando vivir en una dimensión paralela a la en apariencia más real. Se ceñirá en encontrar respuestas al comportamiento de ella, y buscará el razonamiento más coherente al caso. Los fallecidos padres de la joven parecen ser el detonante de todo, sobretodo por el amor incondicional que sentía ella por su padre, y se descubrirá que el lienzo, en las visiones de ella, están relacionadas con sus progenitores. La protagonista cree en el amor intemporal y eterno, de ahí que todas las relaciones sentimentales y afectivas del film sean todo lo contrario, porque no tienen futuro por infidelidades o falta de entendimiento en las parejas. El director enfatizá estas diferencias dando a entender que en la vida real no existe la pasión duradera ni eterna. Hay que buscarla mediante otros caminos. La chica los encuentra mediante su propia experiencia familiar, en la pintura y en sus sueños y es la única vía posible de su existencia. El film consigue equilibrar muy bien las secuencias oníricas y las realistas, apoyándose en grandes actuaciones de sus protagonistas. Es una propuesta bizarra y diferente del cine español, que funciona admirablemente en todo su conjunto.

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