martes, 26 de enero de 2010

"La cinta blanca" de Michael Haneke (2009)

A finales del siglo XIX y sobre todo al comienzo del XX la antigua aristocracia del viejo continente europeo estaba ya en plena decadencia. El poder que en su día tuvieron las monarquías fue substituido por las entonces jóvenes democracias, dando paso a una Europa nueva en la que en teoría se le daba más importancia a la opinión del pueblo. Pero en Alemania se empezaba a formar una ideología espeluznante que aprovecharía todas las ventajas del emergente sistema democrático, para convencer a la sociedad de que la única raza que debía existir era la raza blanca aria. Michael Haneke nos cuenta en esta formidable película, porque surgieron estas ideas destructivas que derivaron en el nazismo, y centra la trama en 1913 justo antes del comienzo de la gran guerra.
La historia se centra en la vida cotidiana de un pequeño pueblo del norte de Alemania, donde la incertidumbre se apodera del lugar, al suceder actos malvados constantemente sin lógica y sin apenas conexión entre ellos. La cámara nos muestra en largos planos fijos el relato, con un ritmo narrativo pausado y las secuencias violentas son prácticamente siempre en fuera de campo o elípticas. Como por ejemplo las torturas del pastor a sus hijos, las palizas a los niños secuestrados, o el suicidio del granjero ahorcándose. Haneke está introduciendo lo que años más tarde será una de las marcas de fábrica del nazismo, el esconder las atrocidades que iban haciendo. Por eso nos muestra fuera de plano la salvaje violencia del film. Quiere advertirnos de esta forma lo que ocurrirá en el futuro. Los nazis siempre intentaron borrar toda huella que les involucrara en el holocausto y lo concibieron bajo un secretismo atroz. Pero en realidad demasiada gente lo sabía y jamás dijo nada, hacían oídos sordos a lo que escuchaban y no querían ver lo que contemplaban. La iglesia conocía las barbaridades que hacía el régimen nazi, pero lo silenciaron. No es de extrañar que el pastor del film no quiera saber nada de las terribles averiguaciones que le comunica el maestro. En verdad ya lo intuía, ya sabe del extraño comportamiento de sus hijos a los que imparte una severa educación y castiga asiduamente. El granjero también es consciente y decide quitarse la vida en vez de decirlo. Al final de la película los extraños y macabros acontecimientos que han sucedido quedan sin resolver, en parte por el silencio de la propia población. Culparán al médico y sus hijos porque se han ido del pueblo, y sospecharán de su comadrona con varios rumores. Pero todo seguirá igual como si no hubiera pasado nada, el maestro que llevaba la investigación se casa, deja la docencia, y reemprende el oficio de su difunto padre.
Los niños supuestamente han sido los culpables de las atrocidades pero, porque son capaces de hacer semejantes barbaridades? Pues por varias razones, una es por la austera y rígida educación que reciben, ya que todos los progenitores del film utilizan constantemente la violencia con sus hijos. El pastor los azota e incluso les hace ponerse una cinta blanca en señal de pureza de la buena conducta, y el médico incluso viola a su hija. Queda claro que estos niños no están recibiendo una educación adecuada, ni unos valores satisfactorios para una sociedad civilizada. Otro motivo es por el incipiente cambio de ideología, la aristocracia se desvanece y los más jóvenes quieren demostrar que ellos serán los dominantes en el futuro. No por casualidad al final del relato asesinan al archiduque de Belgrado y comienza la primera guerra mundial. De hecho las generaciones de estos chicos alemanes serán los máximos participantes en la barbarie nazi. Ellos condicionarán el futuro del país de forma cruel e inaceptable, y lo llevarán casi a la destrucción.

domingo, 17 de enero de 2010

"Le samourai" (El silencio de un hombre) de Jean Pierre Melville (1967)

El film empieza con una puesta en escena muy significativa de lo que va a ser la dinámica durante toda la trama. La cámara nos muestra con un plano fijo, una insignificante habitación dormitorio sin apenas detalles durante largo tiempo hasta que sale impreso en pantalla una cita inventada del libro bushido de los samurais referida a la soledad de estos cazadores a sueldo legendarios. Seguidamente la cámara hace un pequeño movimiento balanceándose manteniendo el mismo encuadre hasta que enfoca a un hombre sentado en una cama fumando. Acto después se pone su gabardina y sombrero y sale al exterior robando un vehículo que lleva a un garaje donde un individuo le cambia la matrícula y le da documentación y una pistola. Ahora vemos como el hombre visita a una mujer y luego acude a un club nocturno y asesina al propietario, pero al irse una pianista le observa detenidamente.
Con estas secuencias de apenas diez minutos de duración prácticamente sin diálogo, Melville otorga a la película de manera magistral su peculiar estilo minimalista en el que muestra en imágenes los tiempos muertos de los actos del personaje, a diferencia del cine de gangsters del Hollywood clásico en el que la narración era un continuo de situaciones en apariencia más importantes y se mostraban en elipsis las escenas más cotidianas que no aportaban trascendencia al film. No hay apenas diálogos en este film, pero si innumerables sonidos que son exagerados a conciencia para que tengan una finalidad narrativa, como en las brillantes secuencias que interviene el extraño pájaro del protagonista, que según su estado de ánimo difieren los acontecimientos de las acciones. El cineasta coloca costantemente la cámara al lado del protagonista mostrándonos todas las acciones que el gangster hace aunque no sean relevantes en la trama. Así refuerza varios de los principales temas del film, la soledad y el individualismo, ya que en realidad el personaje interpretado por Alain Delon actúa como un samurai. Estos guerreros japoneses eran seres solitarios que vagaban por senderos y pueblos matando por dinero y tenían un fuerte código de honorabilidad en el que ellos eran sus propios jefes. Al verse a sí mismo como un ser de otro tiempo y lugar, Jeff Costello actúa por su propia cuenta sin la ayuda de nadie excepto de su amante que le hace las coartadas. Tiene sus convicciones muy claras y su profesionalidad está por encima de todo, y si el proceso de su trabajo se ve dañado y no tiene alternativa en su programada y estricta vida criminal, pensará en la muerte como única salida. Por eso cuando Jeff va a cobrar su recompensa y le traicionan los mismos que le contrataron, la estructura de su código se ve corrompida, y para herirle aún más en su interior le encargarán otro asesinato. No es de extrañar que decida morir, antes de formar parte de un sistema inaceptable para él. Además la policía no le deja ni respirar por eso no tiene otra opción, pero antes tiene que vengarse. Melville continua contando hasta el más mínimo detalle con su maravillosa y minuciosa puesta en escena, y vuelve a repetir las escenas del principio del film, pero cambiando pequeños detalles. Esta vez su colaborador del garaje le dice que no vuelva más, y él le dice de acuerdo y a su amante no le dice ninguna coartada al visitarla. Nos queda claro cual será su trágico destino, y comprendemos que la muerte es parte de su profesión y está preparado interiormente para enfrentarse a ella. Pero necesita quitarse la vida en combate, es cuestión de su honor, por eso prepara un plan en el club nocturno ya que está plagado de agentes de la ley. Si hace un movimiento en falso lo matarán, es ahí cuando él aprovecha para sacar su arma y buscar a una víctima, momentos después es abatido mortalmente a tiros. El cineasta nos muestra un plano de su pistola sin balas, su plan ha funcionado, ha muerto dignamente.